Aquella tarde de mayo de 1948, el lamento de las gaitas se extendió por última vez en el laberinto de viejas callejuelas. Anunciaba la salida de los soldados británicos que habían ocupado la vieja ciudad de Jerusalén. Impasibles, marchaban silenciosos en grupos de ocho o diez, y el martilleo de sus borceguíes punteaba la melodía. Encuadrando a cada grupo, dos hombres, metralleta en mano, vigilaban atentamente las fachadas y terrazas del universo hostil que atravesaban.
En las ventanas o en los umbrales de las sinagogas y escuelas religiosas de la calle de los judíos, los viejos de luengas barbas contemplaban el desfile. Durante tres mil años, sus antepasados habían visto partir a muchos otros ocupantes: asirios, babilonios, persas, romanos, cruzados, árabes y turcos. Hoy les tocaba el turno a los militares británicos, de abandonar aquellas murallas tras un triste reinado de treinta años. Pálidos y encorvados por una existencia dedicada por completo al estudio, aquellos ancianos encarnaban la perennidad de la presencia judía en Jersualén. Rabinos, talmudistas o doctores de la ley, parcela casi olvidada de la comunidad dispersa, habían sobrevivido de siglo en siglo. Habían santificado el día del sábado y regulado cada acto de sus pobres vidas según los preceptos de la Torá y copiado de nuevo cuidadosamente los textos del Talmud, que se transmitían de generación en generación. Cada día acudían a postrarse ante el Muro de las Lamentaciones, implorando al dios de Abraham que hiciera regresar a su pueblo a esta tierra de la que había sido expulsado. Nunca este día pareció más próximo.
Oh Jerusalem
Dominique Lapierre / Larry Collins
1971
De sus lejanos lazos históricos se supuso que los judíos que fueron despechados de occidente se podrían instalar en aquél territorio estimado, la tierra prometida de Abraham, Palestina. Muchos eran los que aún permanecían allí, e iban a hacer todo lo posible por recibir a sus hermanos y crearles un Estado, tener los mismo derechos que los demás hombres, el Estado de Israel. Por votaciones (aunque con boicot) se hizo inevitable el conflicto entre palestinos e israelíes. Los judíos (natural de Judea, que habitó la palestina hace 3000 años), han sido siempre un pueblo de inteligencia reconocida que ha despertado el odio en otras naciones, y curiosos y desagradables rumores. En el 49 la gente acababa de descubrir con horror que cerca de seis millones habían sido exterminados en las cámaras de gas. Fueron sensibles a redimirles un hogar. Pero no contaban con el consentimiento de los árabes.
Desde entonces, unos y otros luchan por la misma tierra mientras las grandes potencias se lavan las manos.
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