Mostrando entradas con la etiqueta India. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta India. Mostrar todas las entradas

lunes, 1 de septiembre de 2008

En la estación de Vasai

Cuando regresamos de la visita al orfanato Karuna (http://www.sonrisasdebombay.org/), en Vasai, volvimos a dirigirnos hacia la estación de tren, compartiendo un rickshaw con otra gente (todos pasaban llenos, así que había que compartir taxi con quien quiesiera parar y ofrecernos un hueco). Una vez dentro, vimos dos enormes colas en frente de las taquillas (había oído que en India no saben hacer colas, que todo el mundo espera impacientado a que le atiendan, billete en mano, en aglomeraciones redondas frente a la ventana del vendedor, pero no es así en todas partes), y con lo difícil que resulta luego meterse dentro del tren parece casi imposible que pase un revisor así que, nos preguntamos por qué la gente de hecho paga el billete! Pero lo compramos, hicimos cola.

Pues bien. Éramos en ese momento el único grupo de turistas en la cola de las taquillas. No era raro que todo el mundo nos mirase. De hecho, mi amiga me adviritó "qué vista de espectación que tenemos detrás" y, al darme la vuelta, ví a todo un cúmulo de caras que nos miraban descaradamente, sonrientes, eso sí, en círculo, y eran muchas! todo eran hombres, con los ojos muy grandes y abiertos como órbitas, supongo que preguntándose Qué harán aquí. Nos giramos y continuamos con lo nuestro, como si nada. Allí en India todo el mundo mira a un occidental, y mira fíjamente, pero siempre de manera amable, y por simple curiosidad.

De repente entraron dos niñas. No llevaban el uniforme impecable (algo que no es absolutamente distintivo de riqueza, ya que hasta los más pobres suelen llevar el uniforme impecable, como signo de disciplina, de que va a la escuela), y caí en la cuenta de que claro, era domingo. Empezaron a decirnos cosas en hindi que no entendíamos, pero por los gestos de la mirada y de las manos, nos estaban pidiendo. Primero decían Sweets, luego Ruppies. Estuvieron mucho rato insistiendo, pero ya nos habían advertido que a los niños, lo mejor era no darles nunca nada de dinero*.

Miraba alrededor y todo el mundo continuaba en la posición de la cola. Al lado derecho teníamos la cola de la otra taquilla. Un señor mayor con un turbante en la cabeza nos miraba fijamente y luego se quedó mirando a las niñas. Enfrente de mí había un joven que llevaba camisa, unas patillas muy largas y las gafas de sol, aunque sol no hacía. Llevaba el pelo muy peinado hacia atrás y estaba excesivamente delgado. De vez en cuando se daba la vuelta y echaba una mirada de indignación a las niñas, pero ignorándolas. Una de las niñas se cansó y desapareció, pero la otra niña continuaba pidiéndonos. De repente se tiró al suelo, pegandose contra la cabeza en él, levantando la mirada y rogando que le diéramos dinero. Fue angustioso. Se levantaba y se volvía a arrrodillar delante de mí. Entonces, el señor del turbante empezó a gritarle algo en hindi que no entendíamos. No sé qué le diría, pero la estaba riñiendo. La niña no le hacía ni caso. Le miró seria, y después volvía a mirarme a mí, rogando. El hombre estuvo riñiéndola durante un rato, gritando que se apartara, supongo, y cuando la niña vió que no le íbamos a dar nada, se cansó y se fué.

*Ver a los niños mendigar es desgraciadamente una de las escenas típicas que uno se va a encontrar cuando se viaja a India. En la ONG ya nos habían advertido de no darle nunca limosna a un niño. Mientras se le ponga una moneda en la mano de un niño, nunca dejará de mendigar. Algunos padres verán un beneficio con sus hijos o lo que es peor, las mafias que se aprovechan de ellos. Además, al día siguiente volverán a pedir, ya que consiguen dinero: Si le das limosna a un niño en India, el negocio nunca se terminará.

Una vez en el andén, lo de subirse al tren fue toda una odisea: había que subirse inmediatamente y sin mirar. Había que empujar y estrujarse hasta lograr un sitio donde colocarse. La gente que sube al tren no se espera a que nadie baje, y la gente que baja de él tampoco mira a los que suben, así que todo se convierte en un flujo de personas increíble y que dura unos segundos, ya que el tren no espera. Con la gente desbordada y sobresaliente de sus puertas, ventanas e incluso del techo, sigue su marcha hasta una nueva estación. Si váis a la índia no os podéis perder la experiencia de coger un tren suburbano para ver ésto, aunque si eres mujer y blanca quedas advertida: Entra en el vagón exclusivo para mujeres.

viernes, 29 de agosto de 2008

"Mahatma"

"Dejen las armas, por cuanto éstas no van a servir para salvarles a ustedes ni a la humanidad. Deben invitar a Hitler y Mussolini a que tomen todo lo que quieran y de sus países. Si quieren ocupar sus casas, vayánse de ellas. Si no les permiten salir sacrifíquense a ellos, pero siempre rehúsen rendirles obediencia"
Mahatma Gandhi

No fué solamente un político nacionalista. Mohandes Gandhi, una de las grandes personas del siglo XX en el mundo, se considera el padre de la nación y el Mahatma, "alma grande", para los ciudadanos de la India actual, y fue además un filósofo y pensador. Luchó pacíficamente contra la represión británica en India hasta lograr su independencia, un 15 de agosto hace 61 años. Colaboró a favor de los indios marginados que vivían en sudáfrica (cuando él trabajaba allí)mediante la resistencia pasiva y la desobediencia civil, y al regresar a India animó a sus ciudadanos a creer en una India unida, predicando siempre la no violencia.

El incidente que inició su activismo político ocurrió cuando le echaron forzosamente del tren en donde viajaba dirección a Pretoria, y él se negó a mudarse de la primera a la tercera clase, la cual se destinaba a la gente de color. Más tarde, viajando en una diligencia, fue golpeado por el conductor cuando se negó a ceder su asiento a un pasajero de piel blanca. En aquél viaje sufrió otras humillaciones como la de no recibir alojamiento en varios hoteles debido a su raza. Estas experiencias le pusieron mucho más en contacto con los problemas que sufrían cotidianamente la gente de color en Sudáfrica. Y en este país, después de haber sufrido el racismo, prejuicio e injusticia, comenzó a cuestionar la situación social de sus coterráneos y el suyo mismo en la sociedad.

En India vimos numerosas alusiones a su persona, estatuas, monumentos, museos, la casa en la que nació, donde vivió, donde pasó el resto de sus días. Escritos, cartas y sus gafas y bastón. Un museo tecnológico representa todas sus frases intelectuales y su memoria y además hay salas expresamente para los niños, y para los adultos un recogido de la historia de su vida en muñecos de cera, de un modo didáctico.



Unos pasos más allá de la casa donde Gandhi pasó sus últimos 144 días, la Birla House de Nueva Delhi, hay un pequeño monumento donde un fanático le disparó, y escritas sus últimas palabras "hey Ram" (Oh Diós).

La película protagonizada por Ben Kingsley (1982, Richard Artenborough) refleja detalladamente y a mi parecer muy bien, toda la historia y el pensamiento de Gandhi pasando por cada uno de los episodios que le llevaron a participar políticamente a favor de la libertad.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Sonrisas

Tal como me habían aconsejado, llegamos a Bombay en el día de la independencia, para ver la fiesta que los niños hacían en la escuela, pero nuestro tren llegó con mucho retraso y no pudimos disfrutar del evento. Atrasaríamos el vuelo de Varanasi a propósito para tener más días y poder visitar los proyectos de Sonrisas de Bombay, lo que ha resultado ser una de las mejores experiencias de mi viaje.

Sólo de entrar en el patio y ver como correteaban riendo, como todos los niños cuando juegan, pensé que Jaume había acertado pensando en llamar a su organización “Sonrisas”. Fue increíblemente satisfactorio poder conocer a muchos de aquellos niños. Me parecieron niños felices, y en un entorno muchísimo mejor del que había imaginado (me refiero a Karuna y Ambassador School), un paisaje verde y natural en una aldea, al parecer, tranquila, y unas instalaciones muy nuevas. Cuando entramos estaban de recreo, nada tardaron en preguntarnos, pedirnos fotos, jugar con nosotros. Uno de ellos cogió mi cámara y se dedicó a hacer un reportaje fotográfico utilizando hasta el zoom, haciendo birguerías con ella, y el resultado es que tengo unas fotos increíbles de ellos mismos, ¡debería dedicarse cuando sea mayor! Él mismo se autoidentificó como The Photographer Jejeje… qué extraordinario fue conocerles. Cuando reíamos con ellos me era difícil imaginar que muchos no tienen padres ni familia, que no saben de donde vienen; que algunas de esas niñas habían estado antes en burdeles, o que los niños habían sido rescatados de una infancia deplorable… Ahora juegan y ríen, cuidan unos de los otros y además entre ellos son increíblemente solidarios. Los más mayores cuidan de los pequeños y así. Transmiten una enorme felicidad a través de sus sonrisas. La verdad es que en India no serán las únicas (allí he visto mil sonrisas en un ambiente rodeado de miseria).


Otro día tuve la oportunidad de visitar uno de los cien Balwadis (guarderías) que ha dispuesto la ONG en una de las zonas de slums. Fue muy difícil para mí controlar la emoción cuando, después de cantar varias canciones de bienvenida con la profesora, los niños, la mayoría alrededor de tres añitos, se pusieron a rezar por nosotros. ¡No puede haber un gesto más amable y más humano que éste! Después se dispusieron los platos en el suelo, y el mismo espacio donde estudian, juegan y cantan, hicieron servir de comedor, era ya la hora del lunch. Eran niños en edad preescolar, como los que suelo ver en las calles de Barcelona ir a la guardería, con sus carteras y sus padres, pero allí acuden a pie, entre callecitas estrechas, viven en chabolas enanas donde todos comparten cama y sus familias trabajan de lunes a domingo para poderse alimentar así que están solos, y para ellos es una suerte que su zona tuviera una escuela. Una Balwadi. Cuando los miraba, reír y cantar (alguno sí lloraba, debió de pensar ¿Quién es esta gente blanca?), veía ángeles, que no han tenido tanta suerte como yo cuando era pequeña, y que conformados a la zona en que viven y a sus duras condiciones, han tenido suerte que sus padres pudieran aceptar su escolarización. Parece casi increíble, que lo tengan difícilmente accesible el hecho de poder elegir, si ir o no ir a la escuela, o al médico, si comer o no comer hoy. Después de esta visita vi otros niños, pero estaban en las calles mendigando, ¡niños mendigando!, y pensé “cuanto falta por hacer todavía, y lo que cuesta” y aún así tengo esperanza, -cuando visitas proyectos como los de Sonrisas, siempre regresas con esperanza-.

Sobre Bombay, no puedo más que corroborar lo que he leído, que la ciudad es, como el resto de India, contradictoria, por todos los sentimientos contrapuestos que provoca en uno mismo. Ahora sé lo que significa. Bombay hace que muchas veces te enamores de ella, su espiritualidad su belleza, sus situaciones de estimulantes sensaciones. Pero la pobreza allí es chocante y uno nunca está preparado para tener que admitirlo. Los muchos barrios de chabolas de Bombay, que son muchísimos, no son lo peor de la enorme ciudad. Esa gente al menos tiene una chabola de tres, cinco o siete metros, hay gente que no puede mantenerse esa triste renta (¡también pagan renta!), y vive en la calle. Pero no son pocos, son muchísima gente. En cada acera me encontraba con familias enteras, que simplemente disponen de una tela de tienda de acampar para colgar como techo en la misma acera y allí duermen cada noche, en el asfalto, y se levantan todos los días, doblan el techo y se lavan la ropa en un cubo de agua. Algunos disponían de un camping gas y una cacerola grande para poder hacer el arroz, cuando tenían arroz, (otros no tienen más que una almohada y el techo de la estación). Son familias con niños, y esos niños, van a pedir a la gente que está en los coches, cuando se pone el semáforo en rojo. Corren hacia los turistas sonriendo, ese es el pan de cada día. Pero automáticamente siempre veía algo que “superaba” lo anterior. De repente, una calle muy concurrida, punto de encuentro para decenas de mendigos. Un niño solo, sentado y pidiendo, que no tendría más de cinco años y allí estaba, solo. Una niña, también. Al menos ella no estaba en un burdel. Ancianos. Ciegos. Tres hermanos, uno que no tenía brazos, el otro no tenía piernas y al tercero le faltaban las manos. Gritaban un verso y respondían a la vez “Alá Alá Alá”, pidiendo limosna, y allí están cada día. Hoy también. He visto una clase de pobreza que va más allá de mendigar o pedir, que no tiene límites; y que son demasiadas las personas que viven así, demasiadas.
Lo que me pesa de India, es que a pesar que su gobierno reconoce una democracia, -esto es, todos los hombres iguales ante la ley-, sigue muy vigente el sistema de castas porque entre ellos mismos se discriminan por esta razón.
Tengo un recuerdo de Varanasi : Entramos en una tienda para comprar una pashmina. El taxista nos había acercado allí en su “cicle-rickshaw”, no podía ser con motor porque las calles eran ríos, debido al monzón. Cuando le comenté al vendedor, -ya que en el discurso de la conversación venía al caso-, que el trabajo del conductor que nos había traído era un trabajo pesado y duro, me contestó: “Ese es su trabajo. Esta es mi tienda y es mi trabajo, usted tendrá el suyo y este señor tiene su trabajo, lleva personas en su bicicleta por doscientas rupias al día, que es lo que tiene que hacer ya que es un hombre pobre, y ése es su trabajo, ¿entiende mi punto de vista?” El hombre pobre del que hablabamos estaba delante de nosotros, sentado en una silla y callado, siguiendo órdenes en silencio, “abra la luz por favor. Cierre esa puerta por favor”. De hecho estaba en la tienda de un comerciante que le había cedido una silla para sentarse, y estaba esperándome a mí y a mi amiga, para llevarnos a otro sitio al finalizar la compra. Su mirada me pareció triste, conforme a lo que se decía, como si realmente el vendedor llevara la razón, y él estaba condenado a ser pobre de por vida porque había nacido pobre. Parecía muy feliz a pesar de llevarnos pedaleando, porque le habíamos elegido a él como taxista, porque estaba trabajando y se iba a ganar un euro, si llega. Nos iba señalando partes turísticas de interés continuamente “una mezquita”. “El templo”. “Gran Hotel”. “Calle del Mercado”. Pero de repente, al cabo de un rato de camino, se le estropeó la cadena de la bicicleta y tuvimos que bajarnos. Aturdido nos pedía un momento, un momento, y buscaba otra persona para trasladarnos, pero preferímos continuar a pie. Le pagamos una cantidad de rupias que equivalen para él varios días de trabajo, queríamos que por lo menos pudiera arreglarse la bicicleta si de ella dependía sobrevivir. El hombre se quedó con el billete en la mano preguntándose si tenía que darme algo de cambio (y que no tendría para darme cambio), y sonriéndonos, eso para mí fue suficiente para hacerme sentir muy feliz – creo que es la sensación de ver que haces a alguien feliz de la que Jaume hablaba en su libro-, y por una cantidad que para nosotras se gasta en un menú, un precio tan insignificante y que el gesto signifique tanto. El hombre dio las gracias con su sonrisa y dijo, “sí que es un trabajo duro, madamme”.

Podría contaros otras cosas como las que ya se han explicado: un anciano sentado a dos centimetros del asfalto con la mirada perdida, al lado de un perro maltratado o de una montaña de basura pendiente de recoger. Una vaca tan tranquila quieta como una estatua entre los dos carriles de la carretera, y los coches y triciclos, como el nuestro, esquivando. Los niños que juegan en la playa contaminada de Bombay, y una casa construída de restos de rocas y maderas medio escondida en los escombros de Chowpatty, una rata correteando entre las mismas piedras de esa casa. Una mezquita blanca preciosa construída en una isla, a la que se llega cuando baja la marea, pero en el camino hacia ella, niños solos, mendigando. La espiritualidad índia, la gente, su manera de expresarse, siempre con una sonrisa para el visitante. Famílias enteras que van a la playa solo para mirar al mar, con sus hijos. Adolescentes que la utilizan como el recreo. He visto los miles de slums en varios puntos de Bombay con el asombro de que sean tantos. Y he venido con la misma sensación de que en Occidente nunca seremos conscientes de todo esto, y que hace falta viajar para verlo, y volver para contarlo.

martes, 26 de agosto de 2008

El imperio Mongol (Mogol) en India

Durante todo el siglo XIII los Mongoles se habían adueñado de casi todo el territorio asiático hasta el Danubio, formándose el mayor imperio del mundo (después del Británico, ¡claro!) que haya existido jamás.
En el subcontinente indio entraron por el norte y no fué hasta siglos más tarde, de la mano de Babur, descendiente del gran Gengis Kan, primer líder de este imperio, cuando empezó a expandirse.
En tiempos de Babur el mundo islámico estaba cambiando, pronto establecieron un gran imperio en el norte de la índia y el centro. Eran musulmanes, pero daban cobijo al resto de culturas indias, los mongoles concedieron libertad de culto al resto de religiones allá donde se asentaron. Como Babur y sus seguidores eran musulmanes, cuando invadieron la India el Imperio otomano les suministró rifles y soldados. Las tropas de Babur también montaban veloces caballos que superaban fácilmente a los lentos elefantes de los indios. Esto les ayudó a derrotar a un ejército indio más numeroso en una batalla en la que el sultán de Delhi fue asesinado. Después de esta victoria, Babur hizo de Delhi su capital (1526) y fue nombrado gran mogol emperador. Cuando murió en 1530, le sucedió su hijo Humayun.
Humayun se encontró con la represión de los afganos que obligaban a los mongoles a retornar a Persia, pero Humayun venció contra Sher Sha y regresó a Delhi. A Humayun le sucedió el nieto de Babur, Akbar. Cuando visitamos la tumba de Humayun veníamos de Agra así que su construcción no nos sorprendió enormemente debido a la espectacular superioridad que le brinda el Taj, construído más tarde, pero de todas formas sí es un edificio que merece la pena visitar del centro de la ciudad de Delhi.


Aunque Akbar era musulmán, muchos de sus súbditos eran hindúes, y para mantener la paz se casó con una princesa hindú. Creía en la tolerancia religiosa y firmó un acuerdo con los hindúes, les dio puestos en el Gobierno y estimuló sus negocios en ultramar. Creó un imperio bien organizado con administradores profesionales. Gobernó durante medio siglo por gran parte del país y estableció la paz entre hindúes y musulmanes. Hizo Fatherpur Sikri su capital, cerca de Agra, y allí construyó una serie de mausoleos y palacios con mezcla de estilos hindú, persa e islámico. Al morir, la ciudad quedó abandonada por la escasez de agua y hoy se pueden visitar sus palacios como una ciudad fantasma.


En uno de los patios de este palacio, las casillas de un parchís se distinguen todavía en el pavimento real. Se dice que el emperador Akbar solía jugar aquí al parchís usando a sus esclavas como fichas.
Pero Delhi será durante mucho tiempo la verdadera capital de este imperio. Se construyó el Fuerte Rojo de Delhi bajo el mandato de Sha Jahan, como palacio para la séptima ciudad musulmana, con los aposentos imperiales palacios y la mezquita de la perla en su interior. El fuerte se extiende a lo largo del río Yamuna, aunque ahora su curso se ha modificado. Su estructura ha sido cambiada y dañada a lo largo de los siglos, incluso por los británicos cuando tomaron el poder.



Sha Jahan, durante un tiempo trasladó la capital a Agra, donde construyó el ejemplo arquitectónico más extraordinario de la arquitectura mogol que se ha construído jamás por amor, dedicado para enterrar a su preferida esposa, Mumtaz Mahal, el famoso e impugnable Taj Mahal.

Tan bonito es por dentro como por fuera, y su exhuberancia se palpa soló atravesar la primera entrada, cuando se divisa desde lejos, alzado en un pabellón para exaltar aún más su belleza blanca, y de manera que sólo se puede ver el cielo tras de él. Con flores y cenefas mezcladas con escrituras coránicas pintadas a mano en toda su fachada y sus paredes, este mausoleo es una visita obligada cuando se va a India, no decepciona por mucho que uno haya leído y visto de él en fotografías. En su construcción se estudiaron todas las posibilidades. Con sus columnas ligeramente inclinadas para que en caso de terremoto nunca se desvaneciera, el Taj es uno de los monumentos más bellos del mundo. No tiene igual.


Lo mandó construir cuando murió su esposa durante el parto de su decimocuarto hijo. La enterró aquí y se dispuso a construír después su propia tumba, justo al otro lado del río, que pretendía ser una copia de éste en pequeñito y de color negro, unidos por un puente para toda la eternidad. Pero su hijo le destronó y le encerró en su propia construcción que quedó a medias, conocido como el Baby Taj, y allí murió preso, observando su gran obra desde una ventana.

lunes, 25 de agosto de 2008

Kerala

Vasco de Gama llegó a la costa Malabar en 1498 siendo la primera persona en navegar a la índia desde Europa, y en Kochín estableció su colonia, además del estado de Goa, instauró la hegemonía marítima portuguesa en la zona. En Kochín, la primera fábrica portuguesa en Asia. Su primer viaje pareció señalar una vía de comercio tranquilo en India pero pronto derramó masacres en su intento de monopolizar el comercio de especies. Kochín se ha visto después invadida también por los Británicos más tarde, en el siglo XVII, un imperio con el mismo afán conquistador o aún peor. Antes de los mencionados, esta tierra del sur de India había sido habitada ya hacía muchos años, por diferentes civilizaciones y religiones. Pero históricamente es verdad que incluso sus colonizadores han quedado siempre anonadados de la heterogeneidad índia, y han encontrado en ella siempre un lugar donde asentarse. Y es que India puede presumir como ningún otro país de una variedad en gente, idiomas, religión, gastronomía, filosofías y paisajes que la confinen como uno de los países más exóticos del mundo, un mosaico de culturas que despierta un enorme interés desde el primer día. En Kerala, además, nunca se ha perdido la calma entre tanta diversidad, siempre fue y será la cara feliz de India. Ellos mismos son conscientes de ello.

Es precisamente uno de los estados que más me ha gustado de la índia, por su belleza y su tranquilidad, Kerala. De algún modo es por eso que se le llama la India Tranquila. De ella sólo vimos Kochín y Allepey, y no todo lo que pretendíamos ver, porque nos faltó tiempo. Pero fue lo suficiente para llevarme un recuerdo imborrable, no sé si en parte quedé maravillada por las ganas que tenía de visitar esta zona, que me ha parecido de una belleza paradisíaca, tan o más sorprendente que la viví el año pasado en plena selva tailandesa, creo que Allepey y Kochín la han superado.


El trayecto hasta la costa de Fort Kochín desde que aterrizamos en Bangalore hacía cuatro días fue un largo y pesado viaje en autobús, trenes y taxis, y un camino bastante ajetreado por el que pasamos por la pequeña ciudad de Mysore, cuyo encanto se palpa de inmediato al llegar. Cuando por fin divisamos el mar, desde el coche que nos acercó a la zona de Fort Kochín, el pueblecito pesquero que había imaginado cien veces cuando leí El diós de las Pequeñas cosas, sentí una sensación de alivio y bienestar inigualable! Kochín es tan bonita o más como la han descrito ya en muchas ocasiones, de paisaje tropical, se ha creado encima de las islas que no ha podido inundar el mar con sus brazos de canales que se adentran en otras zonas más sureñas, como Allepey. No le faltan increíbles árboles gigantes y palmeras, y en la playa, los pescadores con sus redes enormes siguen la misma tradición de pesca que se instauró por los chinos en el siglo XV -con un curioso sistema de contrapeso en el que se necesitan más de cinco hombres-; sus puestecillos de maricos asados, una riquísima gastronomía que debe en parte, su influencia de Portugal, restaurantes y pequeños puestos de collares y vestidos. Habían más cabras que tuck-tucks en la zona de Fort Kochín, y algunas vacas, como es común en el resto del país. Recibimos una cálida bienvenida por parte de su gente, de una increíble hospitalidad y calma. Y sentí una paz que no había visto en ningún otro lugar de este emblemático país, en Kerala no existe la aglomeración de gente y de tráfico, existe una tranquilidad casi budista, como si estuvieramos en una isla, ajena al caos continental... Entendí porque Kerala se ha considerado históricamente como el estado más avanzado de índia, el primero en permitir a la mujer el derecho a votar, el único estado comunista con la izquierda en el poder. El turismo en Kerala es crucial económicamente y es el principal motivo para su desarrollo, pues bien, todo un placer visitarla.





Imágen típica de Kochín, la silueta que forman en la costa sus redes chinas.





La danza Kathakali

En Kochín no podíamos perdernos el espectáculo de danza originario de Kerala, el Kathakali (interpretación teatral histórica), que no dejó de sorprendernos. Se trata de una curiosa interpretación gestual y rítmica, sobre todo gestual de la cara y los ojos, que expresa sin texto, el argumento de la obra, generalmente pasajes y anecdotas entre dioses hindús. El maquillaje y preparación de los actores forma parte del espectáculo. Ellos mismos se maquillan, es parte del ritual del Kathakali. Una introducción nos dejó anonadadas cuando se intenta explicar en qué consiste la interpretación de los gestos de la cara para entender el argumento de la obra. Todos los sentimientos y expresiones del ser humano se podían representar a través de la mirada.

Con los ojos deben saber expresar las nueve emociones principales: amor, odio, miedo, valor, alegría, pena, sorpresa, tranquilidad y fiereza. Mientras tanto, con los gestos de las manos, que guardan un cierto parecido al lenguaje por señas, se narra toda la historia. La historia casi siempre gira entorno a las epopeyas Ramayana y Mahabharata, que son el cimiento de la cultura y la civilización índia.

Había dos percusionistas, la música es básicamente rítmica popular, y los gestos y movimientos de las personas se adecuan a ella, y viceversa. Un cantante alternaba su voz con otros instrumentos de percusión, cantaba de vez en cuando, siempre que lo requería el argumento, y eran versos monótonos en malayalam, el idioma oficial del estado de Kerala.




En algún momento me distraje, me caí del mundo, y ahora no sé por dónde se entra.

WELCOME

to adagio sostenuto's blogsite.
A little bit of music and other skills.