lunes, 1 de septiembre de 2008

En la estación de Vasai

Cuando regresamos de la visita al orfanato Karuna (http://www.sonrisasdebombay.org/), en Vasai, volvimos a dirigirnos hacia la estación de tren, compartiendo un rickshaw con otra gente (todos pasaban llenos, así que había que compartir taxi con quien quiesiera parar y ofrecernos un hueco). Una vez dentro, vimos dos enormes colas en frente de las taquillas (había oído que en India no saben hacer colas, que todo el mundo espera impacientado a que le atiendan, billete en mano, en aglomeraciones redondas frente a la ventana del vendedor, pero no es así en todas partes), y con lo difícil que resulta luego meterse dentro del tren parece casi imposible que pase un revisor así que, nos preguntamos por qué la gente de hecho paga el billete! Pero lo compramos, hicimos cola.

Pues bien. Éramos en ese momento el único grupo de turistas en la cola de las taquillas. No era raro que todo el mundo nos mirase. De hecho, mi amiga me adviritó "qué vista de espectación que tenemos detrás" y, al darme la vuelta, ví a todo un cúmulo de caras que nos miraban descaradamente, sonrientes, eso sí, en círculo, y eran muchas! todo eran hombres, con los ojos muy grandes y abiertos como órbitas, supongo que preguntándose Qué harán aquí. Nos giramos y continuamos con lo nuestro, como si nada. Allí en India todo el mundo mira a un occidental, y mira fíjamente, pero siempre de manera amable, y por simple curiosidad.

De repente entraron dos niñas. No llevaban el uniforme impecable (algo que no es absolutamente distintivo de riqueza, ya que hasta los más pobres suelen llevar el uniforme impecable, como signo de disciplina, de que va a la escuela), y caí en la cuenta de que claro, era domingo. Empezaron a decirnos cosas en hindi que no entendíamos, pero por los gestos de la mirada y de las manos, nos estaban pidiendo. Primero decían Sweets, luego Ruppies. Estuvieron mucho rato insistiendo, pero ya nos habían advertido que a los niños, lo mejor era no darles nunca nada de dinero*.

Miraba alrededor y todo el mundo continuaba en la posición de la cola. Al lado derecho teníamos la cola de la otra taquilla. Un señor mayor con un turbante en la cabeza nos miraba fijamente y luego se quedó mirando a las niñas. Enfrente de mí había un joven que llevaba camisa, unas patillas muy largas y las gafas de sol, aunque sol no hacía. Llevaba el pelo muy peinado hacia atrás y estaba excesivamente delgado. De vez en cuando se daba la vuelta y echaba una mirada de indignación a las niñas, pero ignorándolas. Una de las niñas se cansó y desapareció, pero la otra niña continuaba pidiéndonos. De repente se tiró al suelo, pegandose contra la cabeza en él, levantando la mirada y rogando que le diéramos dinero. Fue angustioso. Se levantaba y se volvía a arrrodillar delante de mí. Entonces, el señor del turbante empezó a gritarle algo en hindi que no entendíamos. No sé qué le diría, pero la estaba riñiendo. La niña no le hacía ni caso. Le miró seria, y después volvía a mirarme a mí, rogando. El hombre estuvo riñiéndola durante un rato, gritando que se apartara, supongo, y cuando la niña vió que no le íbamos a dar nada, se cansó y se fué.

*Ver a los niños mendigar es desgraciadamente una de las escenas típicas que uno se va a encontrar cuando se viaja a India. En la ONG ya nos habían advertido de no darle nunca limosna a un niño. Mientras se le ponga una moneda en la mano de un niño, nunca dejará de mendigar. Algunos padres verán un beneficio con sus hijos o lo que es peor, las mafias que se aprovechan de ellos. Además, al día siguiente volverán a pedir, ya que consiguen dinero: Si le das limosna a un niño en India, el negocio nunca se terminará.

Una vez en el andén, lo de subirse al tren fue toda una odisea: había que subirse inmediatamente y sin mirar. Había que empujar y estrujarse hasta lograr un sitio donde colocarse. La gente que sube al tren no se espera a que nadie baje, y la gente que baja de él tampoco mira a los que suben, así que todo se convierte en un flujo de personas increíble y que dura unos segundos, ya que el tren no espera. Con la gente desbordada y sobresaliente de sus puertas, ventanas e incluso del techo, sigue su marcha hasta una nueva estación. Si váis a la índia no os podéis perder la experiencia de coger un tren suburbano para ver ésto, aunque si eres mujer y blanca quedas advertida: Entra en el vagón exclusivo para mujeres.

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En algún momento me distraje, me caí del mundo, y ahora no sé por dónde se entra.

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