"La vida que llevó Mahler durante aquellos seis años fue siempre disciplinada. En verano se levantaba a diario a las seis o seis y media. Nada más despertarse llamaba a la cocinera, que de inmediato preparaba el desayuno, y por un camino peligroso y empinado, se lo llevaba a su estudio. Éste se hallaba en medio del bosque, a unos sesenta metros de la casa; la cocinera no podía ir por el camino normal porque él no soportaba su vista ni la de ninguna otra persona antes de ponerse a trabajar, así que cada mañana tenía que trepar con todos los cacharros por un camino muy resbaladizo. El desayuno consistía en café recién hecho, mantequilla, pan de Graham y mermelada (cada día una distinta). La cocinera ponía la leche en un infiernillo de alcohol, las cerillas al lado, y se apresuraba a marcharse por el mismo camino, para que Mahler no la viera subir .Y éste salía al instante, pues era rápido en todo lo que hacía, y encendía el fuego (casi a diario se quemaba los dedos, pues no era lo que se dice hábil, sino que siempre estaba absorto en algo, y por lo tanto distraído). Después se sentaba cómodamente en su casita, enfrente de la que había un banco y una mesa. La casa en sí no era más que una amplia habitación de muros de piedra con tres ventanas y una puerta de entrada. Yo tenía la sensación de que aquella casa no era muy sana para él, porque estaba en el bosque y no tenía sótano. Pero no podía hacer nada para impedirle estar allí, pues la adoraba. En la habitación había un piano y en las estanterías las obras completas de Goethe y de Kant. Por lo demás, sólo había partituras de Bach".
Alma Mahler
"Recuerdos de Gustav Mahler", 1939.
Supongo que es la única ocasión en la que tenemos una información tan detallada sobre la vida compositiva íntima de un músico. La casa se puede visitar, en Maiernigg am Wörthersee, Austria.
http://www.gustav-mahler.at/.
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