Lo que más me ha impresionado de París no está en París sino en Versailles, su Palacio. El ejemplo arquitectónico del Poder Absoluto. Ésta es la pintura del techo de su habitación, el Diós del Sol, y colgando de él una gigante lámpara de cristal bañada en oro.
El Rey Luís XIV hizo construir este palacio para vivir y albergar a 6000 personas cuyas vidas giraban entorno a él, en 1682. Versalles simboliza la grandeza y majestuosidad del monarca. Cuadros, imagines, esculturas, medallones y otros símbolos realzan su figura por todas partes. Su dormitorio ocupa el eje central entre este y oeste y su vida cotidiana se convierte en material de culto, desarrollando complejas ceremonias hasta para el levantarse o acostarse del Rey Sol, como se hacía llamar, asimilados al amanecer y el atardecer del gran astro entorno al cual giran las demás estrellas. Su vida era entendida como el cosmos, como una pieza teatral con el Mundo por escenario.
Mientras tanto, la vida en París rondaba la miseria...
Foto: techo de la habitación del Rey Luis XIV, en el palacio de Versalles. Noemí.
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